viernes, 14 de diciembre de 2012

Juventud es compromiso.

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ADVERTENCIA: ENTRADA LARGA

Juventud es compromiso.
Tres compromisos a la vez.

Compromiso de prepararse intelectual y moralmente para la vida futura.

Compromiso de elegir el propio estado y realizar la propia vocación.
Compromiso de ser útil, desde los quince años, a la familia, a la patria y al mundo.

Joaquín Antonio Peñalosa, Minicharlas para detectar acomplejados.



Ésta es una de esas entradas tipo diario en las que uno por algún impulso social desconocido transcribe sus reflexiones sobre equis cosa que le pase en la vida cotidiana; y es quizá lo que pase que de repente no se siente tan cotidiana. Quizá el impulso resulte revelador para alguien  que encuentre su cotidianidad amenazada por alguna nebulosa de pensamientos cargada de confusión sin rumbo fijo.  

El asunto es que no tengo 10 años sino catorce más y siento que no se puede saber qué espera la gente de alguien de mi edad. Peor aún, ni yo mismo sé que espero de la gente de mi edad. Veo algunos en portadas de discos, a otros en alguna fiesta jugando carica-chupas, en algún empleo estable, estudiando, estudiando algo que no quieren, queriendo estudiar, jugando xbox en línea, etc. Contrario es el asunto del niño de 10 años que las expectativas son claras y justifican sus actos. De ellos se espera que jueguen en la calle con sus vecinos, terminar su tarea antes de jugar en internet, tener una novia de "manitas sudadas" y hacer algún deporte elegido por el papá. Si un niño se sale de esa norma está fracasando como niño, si la supera está siendo genial. En cambio de los 20 a los 30 es un limbo, nadie espera nada de éstos jóvenes y ellos tampoco esperan nada de la vida. Digo nosotros. Y es que a fin de cuentas son jóvenes pero son adultos y a la vez no.

Siempre hay gente leyendo entre líneas donde no las hay. Entonces aclaro que no soy cuadrado y al decir expectativas propias a la edad no me refiero a que no haya diversidad en los estilos de vida, sino que existen ciclos en la vida que se establecen de manera natural y que varían en el tiempo que tarden en dar su vuelta. Bajo esta creencia no resultará sorpresa que diga que no creo del todo en el concepto de "madurez". Pero ese es otro apartado.

A los adul-jóvenes los podemos reducir a una clasificación de dos tipos: los ilusos que creen saber qué quieren y que diez años después entrarán en crisis; o los segundos que se ahorran las falsas sonrisas y entran en crisis de una buena vez. A fin de cuentas ambos entran en crisis en algún momento, entonces podemos decir que se espera que un joven entre 20 y quizá hasta 35 años entre en crisis. Pero no confundir con la crisis de mediana edad. Es parte del ciclo, esta crisis definirá la otra crisis.

La crisis veinteañera se cuestiona cosas del tipo ¿qué voy a estudiar? ¿de qué voy a vivir? ¿a quién conoceré? ¿a quién dejaré de ver? Y la otra crisis es una serie de lamentaciones que derivan en buscar replantearse esas preguntas.

Como lo dije anteriormente, cada caso es diferente y cada quién se siente bien, mas o menos o mal respecto a su situación. Pese a lo indefinido que resulten mis contemporáneos  sin duda la mira siempre está en qué tan productivos somos. De esto no estoy muy de acuerdo pues puede aplicar para cualquier edad. Por lo tanto dejaré a un lado las otras dimensiones de la vida humana y me centraré en la que más me ha dado lata últimamente, la profesional. A manera de contexto, mi situación es la siguiente.

Hace tres meses terminé oficialmente la carrera en Comunicación en una escuela que podríamos describir como "buena". No me importa mucho porque soy de los que piensan que la mejor escuela es uno mismo y puedo decir que le saqué provecho a lo que tenía a la mano.  En mi tiempo de no licenciado (no me había titulado por problemas de papeleo) trabajé en una de las empresas del llamado duopolio mediático mexicano, no diré nombre por ética profesional pero realmente es un dato irrelevante pues ambas son sustancialmente lo mismo. Tenía pensado trabajar seis meses y trabajé ocho; pude hacer más pero preferí cerrar ese etapa de mi vida y pasar a una aún más abstracta y difícil de confrontar. A fin de cuentas había tenido el amargo sabor de una experiencia laboral. Inmediatamente después intenté revivirlo en el proyecto de un cliente que al final nunca pudo ver la luz y que sólo hizo que estuviera tres meses sin ingresos. Entendí entonces que ese fracaso era parte de lo que los nerds conocemos como "pasar el nivel" o adquirir "experience points". 

Como todo buen videojuego una vez que pasas un mundo tienes que derrotar al "jefe" de dicho nivel y en mi caso tenía dos cabezas y cada una tenía un nombre distinto. A una le llamé "incertidumbre" y a la otra "desilusión". El resultado es un cúmulo de reflexiones que visten esta entrada y que me prepararon para el siguiente nivel.

Me di cuenta de las siguientes cuestiones.
1.- Mérida (La ciudad donde vivo actualmente y de la que me he enamorado como aquella persona que entra a su nueva casa y siente un olor familiar, un olor a hogar) se podría considerar como a) un diamante en bruto y b) un ambiente profesional mediocre. Ojo, hablo desde el punto de vista de mi industria y sí con cierto pesar pero estoy seguro que a nadie de por acá le sorprenderá oír eso.
Argumento los índices. Hay algo en esta ciudad en la que los nuevos negocios, a pesar de brotar constantemente, quiebran en seguida.  En que las ideas son rebotadas inmediatamente bajo la premisa de "no estás en el DF, acá no pegan esas cosas".  Y me pregunto ¿cuándo podrá Mérida darle la bienvenida a proyectos de envergadura capitalina? ¿cuándo nos podremos quitar el sombrero de Villa-chica y entrarle al juego de Metropolis? Es una cuestión cultural pero a su vez una cuestión de transformación, de ahí el apartado A) diamante en bruto. Es tierra estéril con muchos cuervos en el cielo. 
No me mal-entiendan, he conocido gente increíble, con una sed por cambiar el mundo y una creatividad desbordante que incluso podría intimidar, he visto proyectos  ejecutados de manera excelente y profesional. Pero de la misma manera, la gente se va o los proyectos no duran.

2.-En este ambiente mediocre (sé que suena terrible pero con mediocre me refiero a: gente que sabe cómo hacer las cosas mejor pero se conforma con hacer las cosas bien, en lugar de excelente o de arriesgarse a fracasar) se acostumbra a la explotación de los empleados o subestimar el trabajo intelectual y creativo. La gente no paga lo que debería dar por el trabajo que espera. La gente no exige y si exige no da incentivos. 
Escuché a una persona decir que él no creía en las motivaciones y supuse en seguida que se trataba de una persona mediocre. Las personas mediocres no creen en las motivaciones, y sinceramente no sé en qué crean. La conexión entre la mediocridad y no dar incentivos es que necesitan ser complejos. No basta con un buen salario, requieren un esfuerzo que la gente conformista no está dispuesto a otorgar. Es más fácil gritar algo sin sentido y esperar una renuncia al mes, al cabo que hay gente afuera confundida que buscará un empleo para ganar experiencia, sea buena o mala.

3.- El grueso de los universitarios al graduar buscan inmediatamente conseguir empleo sea cual sea su circunstancia, como si una ley universal los empujara a la vida laboral. Hay circunstancias en las que no queda de otra y que se debe entrar incluso mientras se estudia a las filas de los trabajadores para aportar algo al sostén familiar. Sin embargo, el no buscar empleo no significa fracasar ni significa ser mediocre. Hablo de elegir no buscar empleo, no de simplemente pasar de largo el hecho. Hablo de ver "esto es así y esto otro es de este otro modo, sin embargo esta otra cosa es completamente distinta ¿qué me conviene?". Unos dirán "uf eso lo debió pensar durante la carrera", sin embargo creo que estudiar en la universidad y encontrarte analizando el resultado de ese estudio son dos tareas muy diferentes que necesitan grados de concentración y energías únicas.

4.- Más que otra cosa, la universidad debe tejer en los pilares de tu retorcida y joven alma pasión y vocación. Si ya habías encontrado tu vocación lo que debe hacer es reforzarla y educarla.

5.- Un  graduado con vocación es un "no nini". Y resultará  ilógico mencionar a los ninis si se dice que no son ninis, sin embargo estoy atentando contra la noción popular de que una persona en "standby" es automáticamente nini. No, también hay "no ninis". 
Los no ninis tienen en claro su misión y tienen en claro su compromiso con su medio profesional. Los "no ninis" son universitarios graduados por lo tanto cuentan con las herramientas intelectuales para auto-instruirse sobre alguna materia en cualquier momento de manera no-oficial. Los no-ninis esperan algo y se preparan para algo que ellos consideran mejor, no están simplemente viendo pasar el día. 

Pfff no profundizaré en otras cosas, si no que me quedaré con estas cinco por que tiene algo de místico ese número. Para no dar más rodeos y evitar que mis dos lectores o más pasen de largo los últimos párrafos diré la conclusión a la que he llegado sobre el camino que elijo seguir.

Antes de irme, en dado caso, necesito terminar cosas aquí en Mérida y por los motivos expuestos anteriormente no entraré a trabajar en una empresa por el momento porque bajo mi óptica es una pérdida de tiempo.
 Lo repito, tiene mucho que ver con el campo en el que te desempeñes y tu situación personal. Así, en este momento y a mi edad prefiero seguir estudiando porque sé que mi área es una muy competida que a grandes pasos se va haciendo más accesible a todo tipo de personas por las facilidades tecnológicas y con eso las opciones para una calidad de vida en el futuro van decreciendo.
 Para acceder a una beca y entrar a una escuela que cumpla con mis planes de especialización necesito un portafolio decente. Para construir un portafolio decente necesito tiempo. Aquí entramos a la bien conocida "gran balanza cósmica". Bueno, no sé si cósmica pero grande sí es.
Considero que mi balanza imaginaria, aquella que le da estabilidad a mi vida tiene como pesos clave de un lado el dinero y del otro el tiempo. Una corresponde al plano material y el otro al plano espiritual. Para la calidad de vida que aspiro tener en un futuro, a una edad con expectativas propias (ejem. tener familia, casa, trabajo quizá empresa propia, tener hobbies, etc) necesito que los pesos de la balanza estén equidistantes. Sin embargo primero tengo que elevar uno y luego el otro. Bajo esta serie de decisiones prefiero tener tiempo para proyectos que pueda integrar en un portafolio, para ver a familiares y amigos, para experimentar y asistir a talleres/cursos.
 Sin embargo, con decir que opto por tiempo sobre dinero no significa que deje de trabajar. La parte económica entrará en el apartado de experimentación. En este sentido empezaré proyectos que podrían bien darme sólo para mantenerme de pie o que podrían fracasar. Me concentraré en mi condición de freelance o bien podría impartir asesorías o talleres sobre aspectos básicos que ya domine. 

Sin más por el momento me despido en esta ocasión. Prometo no escribir entradas tan largas y recuerden; sean jóvenes en crisis, es lo que nos toca vivir.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tormenta

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Un viento helado le quebró e invadió su cuerpo. La piel cedió como una coladera, penetró hasta su más íntimo órgano, tocó su corazón y heló su alma. Su rostro, duro como los hielos que arremeten contra el cascarón del barco,  palideció, signo de la mínima humanidad que le quedaba y que ahora le deja. Con ese mínimo rasgo restante apretaba la soga, por ese mínimo esfuerzo se mantenía firme el único lucero en pie. El hombre salió de su cuerpo, la fuerza de sus manos, la soga del poste, la luz cayó al agua y la oscuridad emergió. Sus pies resbalaron, todo su cuerpo se amotinaba para asirse a una suerte de locos, como si la sombra helada y húmeda fuera  demasiado peso. Los brazos del mar empujaban el barco hundido en las tinieblas. Era una disputa entre la noche y las aguas, como dos niños que encuentran un tesoro al mismo tiempo. Los inútiles ojos de aquél hombre de hielo se habían rendido, sus oídos no distinguían sino ecos, su boca había envejecido toda una vida en unos minutos y sus palabras quebraban el silencio y la cordura.  
El hombre dejó de recordar su nombre. Sin embargo recordaba cómo le llamaban los marineros  a las aguas que lo arrancaron de su cuerpo como a una costra  se le arranca de la piel. Desde ese momento reconocería ese nombre como el suyo. Y el tiempo lo irá sumergiendo a un espejismo eterno; de tal forma que los hombres hablarán de las aguas indomables de aquél mar y temerán su curso, y él alzará su espíritu orgulloso. Al choque de las olas lo escucharán bramar  y será su propia voz la que escuchen. Sentirán su gélido viento  y serán sus brazos los que tomen las almas de los cuerpos, el calor del metal, la fuerza de las manos y las sogas y la luz. En el día dormirá tendido al horizonte, sentirá toda su extensión y dará para el sol su más genuino oleaje. Y las naves atravesarán sus límites a esa hora y fingirá no sentirlo, observando un inquieto reflejo sobre sí, una visión  hacia lo que  fue en un pasado,  lo que tuvo pero que ahora está perdido.