miércoles, 25 de febrero de 2009

Una corta historia sobre autobuses

Me gusta tomar el autobus, uno aprende muchas cosas. Por ejemplo, acabo de perder las llaves de mi auto y tengo que usar de este servicio otra vez, sin embargo ahora es diferente de cuando lo usaba por gusto, ahora me siento derrotado. Alguna fuerza externa a mí me ha vencido y cojea mi fe y esperanza en todo lo que creía, bueno, no en todo, aún creo en los Bevi y cosas sin importancia.



Total el caso es que todo esto es mera (realidad) introducción para una historia que le paso a.... a... mmmm, al primo de un amigo del hermano de la novia de un vecino del compañero que se sentaba a un lado en la escuela de un amigo del cuñado de mi tia, hace mucho tiempo cuando ella tenía como veinte años y la historia era por lo menos diez años más vieja que ella y lo había leído de un diario que había encontrado en la habitación del novio de su hermana unos días despues de que ella le arrojará agua de jamaica en la cara, cuando el gritó como desesperado y la echó de su vida, mientras ella iba a pedirle perdón por lo ocurrido y por lo inconstante que era su carácter y un día antes de la despedida de soltero de un amigo de su escuela. Pero bueno, para no alargar tanto las cosas esta es la historia:
Caminé hasta cansarme media avenida carranza, la que sale del centro y se estira hasta el deportivo donde iba a encontrarme con Adriana. Una chica linda, despeinada y con los ojos negros tan grandes que te perdías en ellos. Jugaba tenis y era señorita 10 en mi clase de física, pero lo que les contaré es acerca del tipo que tenía justo delante de mi en la parada de autobus. Era un señor grande con una camisa que hacía uso te todos y cada uno de los botones, incluso de los chiquititos que sostienen las puntas del cuello. Su cabello era canoso y relamido con gel barato (esto lo digo por que estaba tieso y se le despuntaba uno que otro mechón). Era de esas personas con la frente adelantada que le sombrea los ojos cuando está en el centro del cielo. Llegó el autobus, y me fui.
Todos los días a la misma hora, estaba ahí sentado ese mismo señor sin hacer o decir nada. A los cinco días me quedé un buen rato junto a él, esperando su mismo camión. Nunca llegó. pasaron todas las rutas y él nunca se movió, incluso daba la sensación de que no pestañaba, pero sí que lo hacía.
-¿espera algún camión?
-no, sólo espero.
-pero, ¿qué más puede esperar en una parada de autobus? -le volví a preguntar.
-jovensito, los camiones guardan mucha sabiduría en ellos, he aprendido mucho de sólo verlos más de lo que obtuve al subirme.
Ahora sí lo daba por loco y me ajustaba mi mochila al hombro y voltee a ver hacia ambos lados de la calle, no había señales de un camión, pero aún no era tarde. Entonces fue cuando lo sentí, la curiosidad no me dejaba tranquilo.
-pero, ¿qué es eso que puede aprender?
Él giró la cabeza por primera vez en nuestra conversación, con una sonrisa escondía todo un cosmos de secretos. -Debes prometer guardar la sabiduría del camión. Me ha costado largas horas de espera, días de meditación y ascetismo urbano.
Entendí de lo que me dijo, lo de largas horas de espera por que lo había visto, pero en fin, terminé aceptando.
- Verás, ¿qué quieres aprender de la vida?, todo te lo dice el camión. El amor seguramente. El amor es como un camión, nunca sabes cuando se va a pasar por tu parada, pero eres conciente de que algún momento lo tendrá que hacer... y lo esperas... lo esperas tanto que piensas que todas las personas nacen sólo para esperarlo. -su mirada se enganchó en alguna imagen que sólo él podía ver, pero yo tambien podía sentir.

Ese día no dijo nada más, pero volví al siguiente y me llamó "mi pequeño discipulo de las verdades del camión", esta vez habló de lo social, de la vida misma: el tiempo pasa esperando a que nos llegue el momento de tomar el camión y partir a rutas desconocidas. Otro día me comentó sobre el fracaso y el triunfo: uno se puede dormir en el camión, he visto gente que se baja apurada pidiendo rápidas indicaciones para volverse al camino que dejó pasar. ¿no es lo que nos pasa muchas veces? Pero no hay que dejarse vencer, hay que subir de nuevo al camión y retomar el rumbo.
Cada vez que lo dejaba, el camión al que me subía lo sentía extrañamente familiar, como cuando ves un libro pensando "qué me querrá contar". Lo llegué a ver de una forma diferente de la que nunca le había visto. Quería ver más allá, ver como veía él, pero no lo lograba por que según el: "es imposible dentro, tienes que estar afuera, adentro te absorbe la gente y el escandalo, es igual como en la vida social, muchas veces te abruma.
Lo mio con Adriana nunca paso de ser una amistad, quizá ella no subía al mismo camión que yo, quizá seguía esperando. Ese fue el día de mi iluminación y estaba a punto de compartirla con mi amigo cuando encontré a otra persona en su lugar. Llevaba uniforme blanco y una chamarra encima.
Cuando me le quedé mirando intrigado se volvió a mí y me preguntó si me llamaba Bernardo, como en efecto me llamo.
-Toma -me dió una hoja doblada- ayer un anciano intentó cruzar la calle y un camión lo arroyó, en la ambulancia vocífero algunas cosas que están apuntadas en la hoja, tambien él como podía dártela.
Terminó de decir eso y se fue, aunque yo percibí una mirada segundos antes de su partida. La mia se estaba despidiendo de una lágrima y estaba prendida en la carta:

"Estaba del otro lado de la calle mi joven discipulo, la mujer más hermosa que había visto. Esta será tu última lección y tambien un deseo: ójala el amor no llegue o se vaya de esta forma a tu vida".

Como siempre, la lluvia, compañera de grandes decepciones y frío consuelo del desamparado no tardó en llegar, lo que sí tardó fue el camión que aunque había un letrero indicando que pasaba cada quince minutos, al final de cuentas "eso es en teoría, pero el camión pasa cuando se le da la gana", como habría dicho él.

Más tarde me enteré de quién era la mujer al otro lado de la calle, pero eso es otra historia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jose Luis, te voy a dar un cebollazo (alabanza,te voy a hacer la barba),tu historia esta genial, la neta cabron escribes de una manera muy chida, ojala que le des continuidad a tus proyectos y no abandones tu blog.

Anónimo dijo...

Realmente me quedé enganchada leyendo tu historia, en realidad se te echaba de menos cariño
te dejo un beso y espero la segunda parte