Siempre llega ese momento, en algunos es más tardío y en otros llega demasiado temprano; pero de que se aparece, aparece y nos asalta nuestra visión del mundo dando un giro de tuerca a todo lo que habíamos pensado. El momento en el que nos damos cuenta de que el mundo en realidad es hermoso. Hasta el más pesimista de nosotros estando a punto de pasar al eterno descanso, abre los ojos y ve frente a él la vastedad del universo cobijado por una delgada sabana azul, plana sin nubes, o quizá una perdida como un velero entre el océano celeste. Y murmura, "El mundo en verdad es hermoso", pero desafortunadamente para las demás personas nadie estuvo ahí para escucharlo.
Aún cuando es una verdad que a muchos nos convence desde la primera vez, a otros les cuesta más trabajo, piensan que su mente está muy cansada y que les juega una broma, pero la verdad no se puede pasar por alto y sólo alargan lo inevitable, quedar convencidos.
También pareciera una maldición, por que mientras más rápido te des cuenta de eso más descubres y por ende más disfrutas. Aquélla persona en su lecho de muerte sólo pudo contemplar verdaderamente la profundidad del cielo. Pero, luego uno comprende que hay tanta tierra por donde andar, gente tan diferente, una naturaleza soberbia de punta a punta del mundo; que hasta se pregunta uno si de verdad tiene sentido todo lo que hacemos y morir sin poder recorrerlo y disfrutarlo como se debe. Es en este punto donde uno piensa que es una maldición, de las buenas.
Cómo sobrevive uno a pensamientos así tan arrebatadores, que incluso puede dejarlo todo en un instante y volverse un hombre de aventuras y de contemplación mundial. Ha sido un castigo divino diría el Génesis, es deber civil diría el Estado; pero de cualquier forma el hombre tiene que trabajar con el sudor de su frente, ya sea para pagar por los pecados con los que fuimos forjados o para sostener un sistema económico que hemos forjado. Y la vida se convierte en la imagen de ese héroe de la mitología griega de cuyo nombre no puedo acordarme, que fue lanzado pendiente de una cadena al Hades y su tormento más grande ha sido ver una manzana tan apetitosa y tan inalcanzable. O en el peor de los casos todo se debe a la ambición del hombre por "poseer algo" lo que hace que vea la moneda en el suelo y no el arcoíris del cielo, y lo tome como suerte. Esa suerte a la que está prendido el hombre quizá sea el pensamiento más triste que se pueda pensar.
Pero nunca se aparte de tí esta verdad: el mundo sí es bello pese a todo lo que te digan, y si no luchas para demostrártelo y para demostrárselo a las demás personas habrás caminado en vano debajo del Sol. Ese, creo yo es el verdadero espíritu revolucionario, no el que quiere llevar las cosas hacia un nuevo rumbo, sino el que quiere enderezar las cosas que se han desviado de un bien último. Por eso, porque hay un mundo afuera que debemos interrogar, al que le debemos respeto, debemos apretarlo fuertemente para no dejarlo caer, por eso te exhorto y me exhorto a que vivamos día a día una revolución, una revolución que empiece contigo y acabe en tí, una revolución personal por el simple hecho de que el mundo puede ser más de lo que nos han mostrado.
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