Los personajes líricos de Pezoa Véliz, vagabundos, perros callejeros, canillitas, viejas y peones maltratados, no tienen territorio, lo que significa que carecen de una zona interior de domicilio protector y de una zona exterior de dominio. No las tienen, y lo muestran en los ritornelos populares con ironía, burla y un humor sarcástico que parece decir: ¡al diablo con la nación si no tenemos derecho a territorio!
Por contraste, el arte le proporcionó a los modernistas un territorio: un domicilio y una zona de dominio. Mientras más se acercara el enemigo –el rey burgués– más fuerte cantaban los poetas, como los pájaros que ahuyentan con sus silbos a los intrusos.
También la desterritorialización significa el devenir menor de una lengua mayor; no en el sentido de atributos de superioridad y minoridad, sino en el de un cambio en el patrón lingüístico que privilegia, en el caso de la lengua mayor, la invariante y en el de la menor la variabilidad.
La lengua poética mayor en la época de Carlos Pezoa Véliz era la modernista, cuyo patrón consideraba rasgos dominantes como: hombre blanco, urbano, culto, hablando una lengua estándar. Sin duda que en la cultura latinoamericana “hombre blanco” implica siempre la mayoría, aunque los mestizos sean muchos más numerosos, o las mujeres o los niños, ya que no es una cuestión de más o de menos individuos, sino de dominio.
La lengua menor con que Pezoa Véliz asedia la mayor, potencia una variación fundamental en el primer rasgo del patrón: hombre blanco dominante. No hay tal dominio en el sujeto que hace uso de la lengua en los poemas que analizo, sino marginalidad y victimización; luego, podemos sospechar que el que habla no es hombre blanco ya que carece de poder, más bien lo sufre (y lo resiste). Y ya se dijo: el poder se confunde con la condición de hombre blanco, a menos que sea un blanco derrotado, es decir, alguien que termina por mimetizarse con los mestizos, los huachos y los bastardos.
El tren (fragmento).
¿Dónde van los campos grises
en monótona carrera?
Van a lejanos países
donde el hombre los espera.
A la orilla de un estero
donde hay sauces angustiados,
canta alegre el carretero
frente a sus bueyes cansados.
Y escucha una inmóvil tagua,
sobre una angulosa grieta,
las cosas que dice el agua
en su eterna cancioneta...
Los cuadros que se reemplazan
en desfile vagabundo,
todos pasan, todos pasan,
como las cosas del Mundo...
Y van en hondo letargo
tras el eco que responde,
siguiendo un camino largo,
sin saber a dónde, a dónde.
Para saber más de él: http://www.elobservatodo.cl/admin/render/noticia/9956