viernes, 25 de julio de 2008

Poesía de nuestra America Latina: Pezoa pt.1

He descuidado mucho la etiqueta "gran poesía" en el blog, y por eso quiero retomarla con los maestros expositores de la poesía latina. Empezaremos por Chile de la pluma de Carlos Pezoa Veliz, o Pezoa, como es mayormente conocido. No confundir con Fernando Pessoa.
A todo aquél que guste de la poesía para vivir, reflexionar y pensar, más allá de textos que sólo representan una actividad lúdica, les encantará éste escritor y poeta chileno.
Pero hablemos de Pezoa. Nació un 21 de Julio de 1879 en la capital de Chile, Santiago. Colaboraba con diarios como La voz del pueblo publicando poemas, también escribía para "Luz y Sombra" siendo "Nada" su poema más conocido. A raíz del terremoto de 1906 que sacudió la ciudad en donde vivía, quedó con las piernas destrozadas, viviendo posteriormente en hospitales y madurando una tuberculosis que lo llevaría a la muerte el 21 de abril de 1908, sin todavía cumplir 30 años de edad. Su obra se mantuvo inédita hasta después de su muerte.
Su reconocimiento como poeta lo logra, en el Ateneo de Santiago, lugar
donde se reunía la elite literaria de la época. En esa ocasión, deleito al
publico presente con su poema "Pancho y Tomas".
Perteneció al grupo de poetas Modernistas chilenos que se alejaron de dicho movimiento para acercarse a la poesía descriptiva de la realidad chilena, en la que se trataban con más dedicación tópicos en relación a la tradición nacional.
-Wikipedia
Nada


Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido,
siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!
Un día de invierno lo encontraron muerto
dentro de un arroyo próximo a mi huerto,
varios cazadores que con sus lebreles
cantando marchaban... Entre sus papeles
no encontraron nada... Los jueces de turno
hicieron preguntas al guardián nocturno:
éste no sabía nada del extinto;
ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto.
Una chica dijo que sería un loco
o algún vagabundo que comía poco,
y un chusco que oía las conversaciones
se tentó de risa... ¡Vaya unos simplones!
Una paletada le echó el panteonero;
luego lió un cigarro, se caló el sombrero
y emprendió la vuelta... Tras la paletada,
nadie dijo nada, nadie dijo nada.

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