viernes, 24 de julio de 2009

Las burbujas en el café seguían dando vueltas...

Ten en mente cada detalle de nuestro encuentro. De modo que al recordarlo sólo falte la realidad percibida por los sentidos, que hasta ahora sólo sirven de téstigos. Yo te podría ayudar, pero quizá lo distorcione un poco.


Recuerda como tomabas la cuchara de tu café con la mano izquierda y con la derecha te quitabas los mechones de cabello que te cosquilleaban los ojos. A lo mejor tambien notaste como te miraba fijamente y ponía atención a cada palabra que salía de tu boca, cada frase que formaban y cada idea que escondías entrelíneas. . Y que al mirar tan detenidamente, me percaté de una línea delgada de lágrimas que tímidamente guardabas en la orilla de tus ojos. No te olvides de tus manos temblorosas que a modo de distracción doblaban la servilleta una y otra vez hasta desbaratar las esquinas. Como yo, recuerda que en casi todo el tiempo que llevamos ahí reusabas verme directamente a los ojos, bajabas la mirada, pero me veías por el reflejo de la mesa. En silencio me decías que estabas confundida y no creías en lo que hablabas


Tambien los detalles ajenos menos necesarios, como la puerta del establecimiento que se abria y cerraba con frecuencia y la algarabía de la gente, sobretodo el grupo de la mesa junto a la ventana que hacian risa coral, o el niño que se escapó de su silla y vino a nuestra mesa, te miró con ternura hasta que su mamá lo jaló de la mano y nos ofreció una sonrisa ruborizada.


Toma tambien nota de esto, que tu última oración antes de levantarte y salir sin despedir (¿o todo el encuentro fue una despedida lenta y dolorosa?) no la completaste, ibas a decir algo, se escurrían letras, te temblaban los labios y de pronto se cerraron, subiste la vista y te pasaste la mano por los ojos. Luego simplemente te fuiste y me quedé con un espectro de tí frente a mí que perdía opacidad durante la media hora que me quedé en el café pensando: a lo mejor regresa.


Pero no lo ibas a hacer. No lo ibas a hacer por que cuando caminaste a la puerta te quedaste parada diez segundos y al salir esperaste en la banqueta cinco minutos mientras hablabas con alguien por celular. Luego un coche negro te ofreció el asiento del copiloto, cerraste la puerta y besaste al conductor. De ese detalle si quieres puedes olvidarte, pero de todo lo demás mantenlo presente en tu memoria y visitalo de vez en cuando, yo sigo ahí sentado en el café de la calle 18 contemplando una silla y bebiendo los minutos amargos de la soledad.

2 comentarios:

Una dijo...

hermoso...

nostalgico... me recuerda a ese que se fue al Df..

tqmm jose luiiiss.. neto!

Anónimo dijo...

ufff que nostálgico y doloroso, me gustan tus ejercicios ;) !!
Que extraño el que los sentidos captaran todo el ambiente, cuando parecían tan centrados de ella
un abrazo