sábado, 8 de agosto de 2009

Pesa el pesimismo (presa del pesimismo)

Me han obligado a confesar una verdad atroz: No sé vivir. Aún así ¿quién vive en estos dias? Esa canción de Louis Armstrong es díficil de recordar, sobre todo aquella frase de que es un mundo maravilloso. Quizá lo sea, pero si lo vieramos como forma y fondo, desde la forma es bellísimo, el fondo es insulso. La cosa es que creo que necesito un vicio para fatigar mi ansiedad, pienso en el cigarro pero es un hábito que considero tonto. No, un vicio no, que idea más tonta; mejor me convendría másticar un chicle.
Hoy el día es tan claro como la noche, sólo vemos lo que es conveniente. Llevamos la vista inflada, de hecho todo inflamos, desde la conciencia y hasta las deudas. Todo excepto el porvenir.

Mi esposa me ha dejado, le dije que no quería tener un hijo en las condiciones en que están las hojas del periodico o el brillo de la pantalla a la hora de los noticieros. Ella anhela un hijo más que un anillo de bodas y así como así se acabó todo. Pero no me gustaría sentir la pena de ver a mi hijo secuestrado, o víctima de un asalto, o peor aún de un vicio. Pero creo que tengo que acostumbrarme a esa idea por que a las chamacas les baila la idea de tener niños y pues a mi me bailan las chamacas. Y por otro lado, no me gustaría andar solo por el mundo.

Tal vez esa sea otro síntoma de que no sé vivir. ¿Y cúal es la consecuencia del descuido en mi manera de vivir? En primera, siento que tengo una especie torcida de autismo. Hace unos días sólo he podido comunicarme exitosamente con el casero que me vino a cobrar la renta y ya lo puedo considerar amigo íntimo. Tengo en el bolsillo de mi camisa un boleto de cine con un garabato que intenta circular el número de la sala. Me debato un rato entre que si puedo saber la personalidad de la señorita que me vendió el boleto o que es imposible. Así que lo veo sin llegar a ninguna conclusión (muchas cosas pudieron incidir en la fabricación del garabato) y lo aviento a mi colección de boletos. Me frotó la frente, me inclino sobre un estado de somnolencia y de repente despierto. Frente a mí sigue prendida la televisión en el canal donde pasan al correcaminos y donde justo se están yendo a comerciales para anunciarme una crema para la calvicie, el spot es chistoso y me da tanta risa que se me ha olvidado que estoy viendo al coyote.

Soy la prueba viva de que algún sistema, de esos que indirectamente nos afecta, no funciona. Quizá el de justicia o el social. Hay tantas normas con la gente, sólo buscan excusas para evitar tener contacto con otros. He ahí el problema, nos hemos convertido en una sociedad tan extendida pero con un sólo centro, la propia individualidad. Sólo importamos nosotros. Las personas son medios, son contactos, son amistades que sirven para alhagarnos, elogiarnos, que están para divertirnos, para servirnos de compañía o de juguetes parlantes y fabrica de emociones y sentimientos. Nos importa tanto el dilema del yo ante los otros, los otros ante el yo... pero siempre yo.

Si hay algo que odio son aquellas personas que creen saber todo acerca de tí por que cometiste una equivocación en una sóla ocasión. No importa si te has aferrado al estudio, al trabajo todo el tiempo y el único día que decidiste faltar para liberar tensión... no, ya eres un inpuntual Doug, un irresponsable Doug. Les digo, las personas deberían de subestimarse un poco.
Sí, lo admito, no estoy acostumbrado a tener amigos.

Y esto es en lo que me ha convertido el nuevo siglo, un hermitaño que se sienta en su departamento a escribir pestes... Que me ha crecido la barba, que mi frente se frunce cada vez que amanece y que los dientes se coloran en cada lavada; pero sigo siendo tan lucido y es más, estoy en la edad de la revelación. A mi edad todo se ilumina. Todo se torna claro y podemos ver las cosas tal cual son, tal cual fueron y lo tontos que fuimos en un pasado. Ójala pudieramos saber que tanto vamos a ser en un futuro. Me conformo con imaginarme que seré aún más tonto. Quizá me enamore otra vez, quizá consiga trabajo, quizá me echen por no pagar la cuenta en un restaurante. Al menos tenemos al presidente para echarle la culpa, o a la bola de ilusos que votaron por él, o que nomás votaron.

Ójala no hayan perdido su tiempo leyendo esto, pero uds no se preocupen, sólo piensen que afuera sigue brillando el Sol, que hay más chicles negros en la banqueta, que los pájarillos siguen cantando, que se hacen más y más camisas con estampado del Che y su gorro. Ya saben, de esas cosas que le hacen bien al estomago de uno. Al fin y al cabo todos podemos dormir cantando una canción al final del día. Yo cantaré esa de Armstrong ¿y tú?

5 comentarios:

Daniel Peraza dijo...

Este personaje, tan bien construido, será el protagonista de un proyecto de cine. ¿Te gusta la idea? ¡¡¡A mí me encanta!!!

Anónimo dijo...

alaniiiis, checa tu mail plz :D te quiero babosooo
con mucha atencion: itzel coronadou

Anónimo dijo...

alaniiiis, checa tu mail plz :D te quiero babosooo
con mucha atencion: itzel coronadou

Una dijo...

por eso estare eterrrnamente enamoradaaaa de ti y pidiendote por siempre que andemos.

Pero en lo que te decides, me conformaré con ser tu amiga.

tqm

Una dijo...

por eso estare eterrrnamente enamoradaaaa de ti y pidiendote por siempre que andemos.

Pero en lo que te decides, me conformaré con ser tu amiga.

tqm