domingo, 17 de octubre de 2010

Epitafio

Nadie está autorizado a poner una flor en la tumba de aquél hombre, o a llorarle por unos minutos. Está prohibido siquiera pararse enfrente de esa pequeña piedra blanca sin nombre, que se eleva del subsuelo con el único propósito de enfatizar dos fechas. La primera, escrita de aspecto pequeñisimo e ilegible, corresponden a la hora, día, mes y año en el que se volcó hacía la locura; y la segunda fecha, de un tamaño considerable, la de su fallecimiento. Pese a todo esto, un anciano que las cámaras de seguridad del panteón lo arrojaron al anonimato, logró escribir con tinta indeleble:
Su rostro fue el rostro de muchas cosas, pero nunca nadie lo confundió con arrepentimiento; que fue quizá en sus últimos días su semblante más borroso.

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