-Marlene Urbach, autora de "Nicolás, el hombre que no existía".
Tengo una extraña sensación de inexistencia. ¿Cómo es eso? Bien, por ejemplo la tarde de ayer entablé una conversación aguda con una persona; era una discusión de hecho y lo que es peor, una discusión con un desconocido. Él afirmaba que aquello que apuntaba era un círculo y yo lo único que podía ver era una línea recta medio curva pero nunca se cerraba, era continúa. La discusión terminó cuando se opusieron a mi visión tres personas más, era claro entonces que yo estaba mal. Caminé varias horas pensativo en la calle. Había escuchado que los muertos no pueden ver los círculos, su condición de acabado hace que en su lugar vean el punto final y el principio de ellos.
Además los días no son diferentes a las noches, me abruman. Unas semanas atrás me atrapó un misterioso deseo de creación y extralimité mi imaginación hasta puntos nunca antes conocidos... al menos no por mí. Sin embargo no hice nada en el plano material y ahora siento que ya todo lo he vivido por que lo había imaginado. Duermo y sólo dormir me hace feliz.
Recordé hace poco unos días en mi niñez en los que todo lo que importaba era bajar en navidad a tomar el chocolate caliente que había junto una jugosa porción de gelatina de yogur. Prefiero mil veces los recuerdos a los escenarios imaginarios, pero mi memoria es poco retentiva y de vez en cuando se me vienen recuerdos que apreciaba realmente, como boletines de último minuto.
Consulté a mi especialista por que me di cuenta que esto no era vida, ya incluso veía cosas que los muertos ven sólo por haber vivido todo en un plano imaginario, muy vívido pero nada era real. Es como si hubiera pasado al siguiente nivel.
"La muerte virtual es el segundo nivel Nicolás", esas fueron las palabras textuales del doctor, hasta lo grabé con mi celular. "Ha estado viviendo tanto tiempo una vida imaginaria que ahora lo que sigue es una muerte imaginaria". Uuuuy como me espantaron esas palabras, quedé en shock un buen rato. Me paré del sofá, no era un diván era un sofá muy incomodo. "Claro que le es incomodo, nada que esté hecho para complacer a los vivos le va a complacer a usted Nicolás, quizá debería comprarse un ataúd". Eso explicaba por qué la comezón en la nariz, debía ser por el aire, el oxigeno... pero no iba a vivir como un vampiro, qué sigue, beber sangre gasificada. Estaba furioso, sabía que tenía razón el especialista. Le hice la pregunta obligada, ¿cuál es la solución? "Bueno, debe haber una especie de reboot, un botón de reinicio vital". Por favor, aquí se volvió en charlatán, la vida nunca había sido tan fácil. "Sucede Nico, que la muerte es mucho más sencilla".
El dizque especialista no me dio ninguna solución, y el sentimiento de inexistencia se iba acrecentando de tal forma que ahora hasta siento que mi sombra es blanca, como la niebla; y que las personas me notan menos.
Pero caí en la cuenta de algo que podía ayudar a que volviera a la vida. Lo pensé después de estar largo rato enfrente de un escaparate de libros. Pensé; seguramente yo he imaginado muchas cosas de aquellos libros, y caí en la cuenta que esos libros estaban en un plano muy similar al mio, estaban muertos, por que nadie los había leído, nadie había imaginado aún sus páginas y sus palabras. Entonces entendí que lo que había que hacer era que alguien contara mi historia.
Y aquí estoy, puse un anuncio en el periódico: "Persona inexistente busca que alguien cuente su historia para poder vivir", ahora lo único que me queda es esperar por una llamada y volveré a existir.