Diario de viaje.
Primera semana: Las cartas Polyanni.
Antes de redactar quiero aclararle al lector, o en este caso recordarme en un futuro, que el hecho de que las páginas estén llenas de marcas de gotas de agua no se debe a mi situación emocional, me refiero a lágrimas. Las páginas se humedecen por que estoy escribiendo en mi camino hacia Napoles, en una camioneta que nos prestó el Tío Rhico. Afuera llueve y la ventana no cierra del todo.
Tengo que redactar los sucesos que transcurrieron en la primera semana de Abril del año presente 1944; ésto es por la pura necesidad de recordarlos en caso de que ocurra lo peor, y no me refiero a la muerte. En África, existe una tribu de aborígenes que mezclan los distintos venenos de distintos insectos para crear múltiples efectos en el organismo humano.
Éstos conocimientos se habían mantenido en secreto durante siglos, resguardados celosamente por los miembros de la tribu, que entre todos los usos que le dan a esa combinación letal, sobresale el poder que tiene para quitarle a cualquier persona sus recuerdos, borrarle la memoria. Pero fue hace tan sólo cinco décadas que el explorador francés L. M. Polyanni, extrajo las formulas.
Claro, yo me encontraba ignorante de toda esta información hasta hace un par de semanas cuando viviendo en un piso de Barcelona estaba estudiando Historia y Filosofía, llegó el niño.
Toco a la puerta un 24 de Marzo, lo tengo presente. Un menor a punto de ser un muchacho, su rostro era lo menos sucio de todo su aspecto, su ropa parecía haber estado con el desde su nacimiento, pero su mirada era la de una persona adulta buscando esperanza. Tendió los brazos y en las manos sujetaba un sobre blanco. Le abrí la puerta sin decir palabra pero tomé la carta, el pequeño se aventuró en el piso con la desenvoltura de la infancia, mientras yo veía absorto el sobre sin nombre, ni destinatario, ni estampilla si quiera. Una sola hoja se hallaba en su interior, lo único que decía era: "vedmeto". Pasaron unos segundos cuando acabé de leer las palabras en voz alta y de la calle escuché gritos y carros frenando de golpe.
Le indiqué al niño que se quedará dentro pero me siguió escaleras abajo para ver que sucedía.
Y qué sucedía. Limpié mis lentes, me tallé los ojos, incluso intenté pellízcarme, fue inútil, lo que tenía enfrente era de verdad. La gente corría asustada mientras la enorme mosca bajaba hasta pararse a medio metro enfrente de mí. Tenía la carta en la mano, y temiendo que fuera a estar relacionado la observé una vez más, ahora leí: sube. ¿Una carta que me hablaba?, ¿una mosca del tamaño de un caballo? Temeroso subí por una de mis sillas y la atoré en el lomo de la mosca, me agarré de su "cabellera" pero, aquél niño me veía con asombro e ilusión, no podía dejarlo ahí. Ahora pienso, qué hubiera sido de aquél muchacho de no haber subido en la mosca conmigo...
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En unos días subiré el resto de la historia. Las páginas están mojadas y la tinta corrida, me cuesta trabajo transcribir, pero estoy haciendo el mayor esfuerzo.
3 comentarios:
Tengo harto que leer contigo por acá, me sentaré comodamente, este finde te envío comments
un abrazo
He leido y me ha perecido demasiado interesante tu historia, me ha gustado , tiene ese toque entre mnisterio y suspenso que logran hacerte adicta a un texto...espero la continuación
besos
Jajaja, al principio casi me lo creo todo! Me gusta mucho esa sensación de realidad que le estás dando a todo el escrito. De verdad que tienes una enorme imaginación!!! Yo llevaré a la pantalla grande alguno de tus escritos. Lo prometo. Será un verdadero honor.
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