Dejar de estar en un tiempo y un espacio delimitado -pensé- cuando forme parte de la Singularidad eterna, donde el Universo no se sostiene por ninguna ley y todo es El Todo y la Nada la Gran Nada, extrañaré del tiempo su escasez y del espacio la cercanía; sobre todo estar cerca de ti, si en dado caso conservara mis atesoradas memorias y viajaras conmigo en la forma de recuerdo, si es que tienen forma propia.
En caso contrario, sólo extrañaré el espacio y el tiempo, para esto no me hará falta una gran cantidad de memorias; sólo la plena consciencia de que fui y de que seré y seguiré siendo lo que ya no soy, pero ahora (en un plano hipotético) soy o eres, por que dejaremos de ser lo que somos. No necesitas saber qué hombre o qué mujer fuiste, sólo que fuiste, viviste y de esto te toca un espacio y un tiempo, pero no lo recordaré. Sino que se me hará extraño la ausencia del mero espacio por haber estado, y el mero tiempo por haber transcurrido en él, no importase cuál fuera este o ese.
Como pensé al principio, del primero extrañaré la cercanía a mi próxima condición de singular entidad, porque ¿a qué estamos más cerca en vida si no es a la muerte? Y de lo segundo, esto es el tiempo, extrañaré que siempre faltaba, porque si de algo estaré seguro es que fue insuficiente.
¿alguna vez se habían preguntado qué tiene de especial mirar el reloj y decir la hora?
Pues ahora lo he hecho, son las 2:20 de la madrugada y yo sigo pensando y escribiendo sobre un espacio sin espacio, un tiempo sin ataduras ni manecillas y regreso... miro el reloj y el tiempo corre desbocado apurándose a no ser suficiente, afanoso por acabarse... nos mantiene ocupados en nuestro espacio, vivos, pendientes de sus cambios repentinos... y suspiro -pienso- cómo extrañaré eso del tiempo.
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