sábado, 11 de mayo de 2013

"Esta mañana desperté en medio de un sueño divertídísimo, abría los ojos al tiempo que soltaba una carcajada"

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"Ésta mañana desperté en medio de un sueño divertidísimo, abría los ojos al tiempo que soltaba una carcajada", le dije a El Viejo mientras recogíamos las cosas del campamento. No dijo nada y seguí hablando. "Ahora no recuerdo de qué trataba el sueño, me deprime pensar en las cosas que nos hicieron felices y no podemos recordar". No dijo nada, me callé. Seguimos andando por el terreno rocoso, en el cielo ya se empezaban a ver los primero brotes del atardecer, el suelo ya no calentaba como antes y podíamos ir descalzos para estar más frescos. Trepamos unas cuantas rocas grandes y nos sentamos un rato en la más alta para ver el juego de colores que se tendía en el cielo. El Viejo empezó a contar una historia.
"Habré tenido unos 17 años y cursaba la preparatoria, moría por un carro. Jaime Calzar tenía uno que su papá le había heredado antes de marcharse con su amante, que resultaba ser una maestra del colegio. Recuerdo que me latía una de las chicas del salón de junto y siempre la veía caminar cuando salíamos al terminar la jornada.  Siempre pensaba que uno de esos días la  iba a acompañar. Claro que muchas cosas evitaban que lo hiciera como que mi hermana iba por mí saliendo del trabajo y le quedaba de paso y ella vivía mucho más lejos de mi rumbo. Así que  una de las soluciones que se me ocurrían era tener un carro para llevarla y todo eso. Claro que era un chaval sin pensamiento cuerdo, era demasiado tonto en esas fechas. Bueno, pues Jaime tuvo un coche y durante una temporada la llevaba a su casa. Era una chica de esas que te le podrías quedar mirando toda una clase entera o que al entrar en una habitación se sentía diferente la atmósfera. Era especial. Sabía que Jaime era un jugador y un fantoche y sólo presumía su coche con ella, me sentí enfadado conmigo mismo por creer que ella caería en sus artimañas... pero al final cayó".
El Viejo hizo una pausa muy prolongada. Lo conocía bastante como para saber que ahí no había terminado su anécdota, que faltaba su conclusión. El Viejo nunca decía nada con lo que no pudiera concluir algo, tal vez por eso no me seguía la conversación a menudo, sólo se quedaba callado.
Me levanté y tomé mis cosas para hacerle entender que se nos hacía tarde y teníamos que seguir avanzando. "Siempre se le acusa a uno de querer hacerse la víctima, pero muchas veces sí lo somos. Las verdaderas víctimas son los honestos, pues viven en un mundo lleno de farsantes. La gente no se da cuenta pero el miedo a la muerte no es el más profundo que pueden sentir. Hay uno mucho más común, que se vive a cada instante con mayor intensidad y presencia". Él seguía viendo el atardecer, me detuve en mi descenso para escucharlo mejor. "La gente tiene un miedo tremendo a parecer un imbécil. Por eso se la viven fingiendo todo el tiempo, y la persona que desea ser honesta a pesar de lo que pueda parecerle a los demás se le aplasta sin píedad y en el fondo es una envidia de que ellos no pueden ser libres de su miedo."
 Había empezado a bajar la roca también, cuando estuvo cerca le alcancé  a decir que si fuera un miedo tan común el mundo no estaría tan repleto de cabrones como él lo pintaba. Eso para mí no sonaba como un miedo sino como un sentimiento de competencia de querer probar que hay alguien mejor, como Jaime con su carro, pero creo que estaba equivocado. "Hay tanto cabrón al mismo tiempo que hay tanto suicida, y aún así  la muerte es el miedo más común de todos" me dijo al mismo tiempo que se sostenía de mi hombro para bajar; "sé honesto todo el tiempo, no tengas miedo de parecer un imbécil por que en el fondo todos lo somos, solamente que no todos lo reconocemos."
Continuamos unos metros, él viejo iba tarareando quién sabe qué canción que sonaba como si quisiera seguir los acordes de una guitarra eléctrica muy pesada. Entonces recordé el sueño con el que había despertado y solté la carcajada como en la mañana. El Viejo se detuvo a ver mi ataque de risa, bajó la cabeza e hizo una mueca que podría parecer la mitad de una sonrisa o de disgusto. Nunca lo había visto sonreír así que lo tomé por eso.

miércoles, 17 de abril de 2013

Hipopotomonstrosesquipedaliofobia

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Guerrillosa de las giroturgas sabarogas quetántalos ibantería hacia lo máximal queroncimo. Tendríamos un caballango de naturalilla xenoxinga parapatear pantalibretas y hacer huardillas con lenturijinzas volátiles. Zacatequintas esparantosas y saberoso debajando copiosos ideotangos, que remuerden baratixas derretimias concodriendo pantanosorbo. Un dientefriegotero casiosamsunganguero terribilísimo cabellarango que corre sabanado, sabaroga, sabanterilla y nada de nangas de norajelio.
Queriendo tenteripitar los coralzones de espentapiteras quejidizas, no he pontirijizado remedilios casiopteros de mangochántico porente.
¡FUSILPETARSIL CABALLERANCHO! Fuístemos tan serpitelrios, tantitanques perditorios que ven pero no sacsiopelan las sutilbarrorios de fe, de horroro, de fitocodorniz. Intentan blanquiobañárseles  en tibioroto catapultísima de inqualificante esplendor terroso.

lunes, 11 de febrero de 2013

De paseo

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A Lily

Desde este punto cualquiera que la viera pensaría que se trata de una niña como de seis años. Luego su silueta se desprendería de la tarde que tiene de fondo; y a medida que se acercara la edad estimada iría en aumento. Es la visión de un tiempo que va y vuelve. Que viaja a través de la brisa del mar y le golpea la cara marcándola con brochazos de infancia y madurez, que se le pintan como un lienzo impresionista. Esa playa llena de ilusiones es toda su vida cambiando a cada paso que da. La arena espesa impide que se desplace con facilidad. Unos metros adelante sería una adolescente soñando con la felicidad de sus lecturas de primavera. Pasos atrás podría ser la joven treintañera saliendo de una despedida de soltera en el Oasis Palace, con una botella volteada en la mano escurriendo por su camino. Pero desde este punto se ve como una niña. Cambiante sí, sin tiempo fijo sí; pero a fin de cuentas una niña como de seis años.

Ella recorría el camino de arena. En su andar se encontró con una pieza blanquecina que salía del suelo arenoso, era dura y cóncava. Descartó la idea que fuese el hueso de algún dinosaurio, cosa que casi le convencía, puesto que su madre le había mandado a recolectar conchas, corales, piezas de arrecife, caracoles o cualquier otra cosa que saliera del mar que se pudiera atesorar. Esa debía ser una concha así que la metió en su frasco. Siguió caminando.

A lo lejos veía una gaviota  tratando de sacar algo  del suelo; intrigada corrió lo más rápido que pudo para saciar su curiosidad. La arena  parecía que tardaba un poco más en caer cuando salpicaba  por las apresuradas zancadas de la niña, de la joven, de la anciana, de la joven y luego de la niña otra vez. La gaviota espantada alzó el vuelo. Llegó la niña y retiró el objeto. Era una concha muy rara. Tenía dos tapas, una debajo de otra. Al levantar la de arriba saltaba a la vista a una serie de páginas pegadas entre sí de un extremo. Leyó la primera línea y fue saltando de una en una hasta que acabo leyendo el primer párrafo de la primera página.

"Aristoteles tenía la convicción de que los cuerpos caían más rápido mientras más pesados eran porque era su destino estar en el centro de la tierra donde se encuentran todos los objetos pesados".... "Siguiendo la misma dirección trazada por la ingenuidad aristotélica, cabe cuestionarnos sobre el destino gravitacional de todas las creaciones de la naturaleza, incluida nuestra alma"... "Nuestro espíritu libre de cualquier composición terrosa no aspira a unirse al centro terrenal como si se tratase de cualquier residuo montañoso"... "El destino de las rocas es caer, el nuestro es volar".

Releyó la última línea y alzó la vista al cielo donde la gaviota daba círculos sobre su cabeza, como intentando leer también las páginas de la concha que había sacado de la tierra. "El destino de las rocas es caer, el nuestro es volar". Metió la concha en el frasco y siguió recorriendo la playa.

Entre las personas que acudían a la playa estaban los amigos que habían venido a tomar una cerveza y disfrutar la hora del sol. A ella le faltarían unos tres pasos hacia el poniente para saberlo.  Los veía de lejos, desde la infancia con extrañeza, como quién ve a los fantasmas de su memoria venidera. Espectros familiares bañados por una capa de prejuicios y desconfianza.

Una pelota de colores le cayó a un metro de distancia, era de una pareja que jugaba a la orilla del mar y le hacían señas  para que fuera tan amable y se las pasara de vuelta. La pequeña tomó la pelota y se dirigió hacia ellos. En su curso el velo que cubría a sus amigos con indiferencia por desconocidos se le borró. Creció y se encontró sosteniendo un objeto de colores que recordó divertido. Se detuvo por un momento y miró alrededor, sus amigos empacaban sus pertenencias para irse. Ahora los recordaba, los había conocido el último año de la carrera, el más grande tocaba en una banda con un nombre pretencioso que era alusivo al capítulo de un libro que ella admiraba mucho. Así lo conoció a él y después a su grupo de amigos, gente muy interesante.

 Eran agradables los domingos en que frecuentaban la playa. Uno tocaba la guitarra y otros se prendían y bailaban. Escuchó esas melodías y le dieron ganas de bailar también, estaba muy emocionada. La pelota de colores, pensaba, le recordaba a esos domingos playeros, de cierto modo era un jubilo muy grande, como inflado.

Cambió el rumbo para  acercarse a los jóvenes. Pero la infancia le fue desdibujando la estatura y la cordura al avanzar. Volvió a ser una niña y se encontró con la pareja. Les extendió el balón pero no hicieron caso, estaban mimándola con una amplia sonrisa. La mujer le tocó el cabello y le preguntó su nombre.
 Dijo "Azul, me llamo azul". Esa semana había aprendido los colores en la escuela y recordó estar frente a un cubo de un color fascinante y pronunciaba una y otra vez el nombre hasta que llegó a creer que se trataba del suyo. "Azul" y luego más detenidamente cada parte de la palabra "a..z..ul". Era un color que le recordaba a su lugar favorito: al mar, a la playa, al cielo. Y tenía una convicción casi aristotélica de que al decir azul, todo el azul vendría a ella de manera instantánea. "Es un lindo nombre", dijo la mujer, "si te vemos otra vez por aquí con la pelota podremos gritarte Azul y sabrás que te invitamos a jugar".

La niña tenía que recolectar las conchitas para llenar el frasco así que siguió caminando después de haberse despedido de la pareja.

Dio un paso más y se encontró joven frente a una pieza coralina, estaba pintada y tenía grabado el nombre de un sueño. Es mágico la manera en que se acercan las cosas a uno cuando se pronuncia su respectivo nombre. Habría que conocer el nombre de cada cosa para cuando se le quiera llamar. Hay hilos secretos en el lenguaje que conectan a las cosas con las ideas, al tiempo con el espacio, a las personas con sus distintas realidades; y todo parte de una palabra, de un nombre. Así, apenas leyó la inscripción en la concha fue como jalar uno de esos hilos invisibles que la arrastró por toda la playa hasta caer en un sueño profundo.

Azul, todo lo que soñaba era azul. No era una pared ni un piso ni un techo azul, era tal cual el color en toda su expresión desbordante a su alrededor. La envolvía pero no sentía que la tocara. Era feliz ahí en el color azul. Sin embargo, pese a toda la felicidad que pudiera sentir no era una niña ya y al cabo de unas horas empezó a creer que estaba muerta. En aquel espacio, apenas se le ocurrió esa idea, se escuchó una pregunta roja que le estremeció hasta los huesos y casi rompe su frasco de recolección. ¿Es este el paraíso? Nunca supo el nombre del paraíso. ¿Cómo pudo entonces haberle llamado para que estuviera en el?
Un joven hace tiempo se le habría acercado y habrían discutido acerca de los nombres. Este le habría robado un beso diciendole después "ven, vamos a nombrar el paraíso para luego saber cómo llamarle". Ella lo tachó de loco y corrieron juntos hasta la playa. Pero recordaba, ella había llegado sola.

Intentó despertar inventando un nombre a la playa para regresar y funcionó. El azul se rompió  en una explosión acuosa y la cubrió de tal forma que la sofocaba. Una fuerza desde lo profundo la empujaba hacia arriba. Algunos peces pasaron frente a ella y se veía reflejada en las burbujas que hacían. Se encontró  flotando tranquilamente acercándose a la superficie. Era su destino, lo había leído, volar. Logró salir por fin y dio un respiro hondo, estaba suspendida dando pequeños golpecitos a manera de pataleo  para mantenerse a flote. En la orilla vio a los jovenes acampando y contando historias, a la pareja con su pelota, las gaviotas comiendo de la mano de unos niños y muchos objetos como arrecifes esparcidos por toda la arena. En su mano todavía conservaba el frasco y la concha, esta vez evitó leer la inscripción y la metió junto con las demás.

Llegó a tierra firme y dio un primer paso.  Un aire fuerte le azotó el cuerpo y la tumbó en la arena.  Su frasco cayó al agua y se fue alejando con la marea. Le costó mucho trabajo levantarse y sintió que el golpe le había roto toda la piel y los huesos. Debía ser así, estaba agrietada. Ahora se daba cuenta del error que iba a cometer. Se alejaría a recolectar misterios a la playa otra vez y podía estar ahí otra concha con el nombre de algún sueño del que podría no despertar otra vez. Tenía que saber cómo llamarlo, con qué palabra iba a gritar por su auxilio. La niña se hincó ante el mar que se extendía frente a ella hasta el ocaso. Colocó su mano sobre el agua a manera de caricia y le preguntó su nombre. Ahora había conocido al paraíso y no haría otra cosa que llamarle por su nombre.

viernes, 8 de febrero de 2013

CARTA AL INFINITO

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Viene en forma de una ventana oscura, aparentemente se muestra transparente, pero todo lo que vemos son misterios destellando con luces de locura... Todos los días a la misma hora, cara a cara con el infinito  nos volvemos locos.
La locura de sentirnos insignificantes, pequeños comparados con la nada y el todo que se extienden sobre  pensamientos y nuestras cabezas calvas. ¿Qué es lo que dice la gente? Dice que es grande lo incomprendido y que la experiencia humana viene a ser reducida a una mota de polvo que se agita sin rumbo por el aire. Locura al fin y al cabo.

Es un escenario espantoso encontrarse de frente con una estrella agonizante, preguntarle la hora y descubrir que ella concibe al tiempo de una forma diferente que nosotros. Algunas han presenciado el estallido que volcó este universo en partes enérgicas disparadas hacia la eternidad. Algunas han envejecido y han muerto, y vemos sus espíritus fieles como fantasmas luminosos.
El universo entero se ríe de nosotros por un instante pequeñísimo y aún seguimos escuchando el comienzo de la carcajada.

Sin embargo son almas ciegas las que viven ese pensamiento. La mente sensata ve el cosmos de una manera distinta. Somos minúsculos en tiempo y espacio comparado con los grandes y eternos espectáculos de este universo. Pero a pesar de eso no somos insignificantes... no lo somos.

Hubo un viejo que despertó a media noche durante una tormenta y corrió a cerrar la ventana. Por la presura tropezó y fracturó el vidrio, observó por un instante el fractal que había nacido de su torpeza y en seguida exclamó: "la realidad se ha roto, veo muchas tormentas en esta pequeña superficie de cristal".
Así, al igual que el viejo de la ventana, estamos nosotros presenciando una sola ventana fracturada en múltiples realidades. Multiverso.

Quien ve las estrellas en la noche puede ver una parte del universo perceptible por la vista, quien cierra los ojos puede observar los múltiples universos que se despliegan bajo el alma. En ese espacio sólo hay uno en contra del indiferente andar de los astros. Nosotros, en silencio les decimos a dónde irán a parar, a dónde, cuándo irán a morir. No estaremos cuando eso ocurra, pero ellos, materia y energía, obedecerán por la eternidad a nuestra frágil voz en un espacio y tiempo que corren paralelos a todos los demás.

Una persona es un vértice del multiverso  renaciendo con plena consciencia de sí mismo. Cada nacimiento es un nueva explosión cósmica. Comienza una evolución física y espiritual que le permitirá conectar un mejor universo a medida que interviene y reflexiona sobre la naturaleza misma de nuestra dimensión. Construye un mundo circunscrito en muchos más, se gobierna bajo sus propias leyes y en momentos (si acaso es un momento) en el que se olvida del espacio y tiempo se constituye una singularidad viviendo en los límites de su experiencia mortal. Somos un proyecto de la naturaleza, usado para recalibrar sus valores.

Nuestra plena consciencia en la realidad que descubrimos y nuestra capacidad de tejer múltiples conexiones que den como resultados posibles universos alternativos nos colocan a la misma altura de cualquier evento cósmico. Un planeta no se sabe planeta así viva millones de años más que nosotros, sólo es un conjunto de elementos atados a fuerzas sin la capacidad de comprenderlas; una estrella no percibe los cuerpos a los que se adhiere su calor, una galaxia no tiene consciencia sobre las cosas que lo integran. Las leyes físicas sólo son una serie de herramientas de medición y observación hacia un orden que establecido por una causalidad o "algo" que como los demás astros no alcanzamos a comprender. Pero nosotros describimos ese orden a medida que lo observamos y se diseña en torno a nuestra puesta en escena.

Somos parte de un universo, y a la vez tenemos capacidad para crear o rescatar aquellos muchos más que se pierden en la locura de concentrarnos en lo que tenemos de inmediato. No hace falta pensar cada pequeña parte para lograr una intervención. Con una leve forma del pensamiento se establece un vínculo entre lo posible y lo real que desencadena una serie de verosimilitudes, una conexión interior hacia lo que permanecía latente y desconocido. Tenemos la facultad de pensarlo de esa forma porque quizás en esta realidad que percibimos seamos los únicos seres capaces de reaccionar ante nuestra naturaleza y decidir cambiar la manera en que actuamos. Pero pasamos tan rápido dicen, y lo dicen bajando la cabeza.

Si pensamos en eternidades el concepto de trascendencia pierde todo sentido. Nada es suficientemente trascendental para subsistir al paso de un tiempo moribundo. Debemos pensar en apreciación e intervención para dar lugar a una creación genuina.

Ahora, bajo la sombra universal, miro hacia sus misterios y sé que me invitan a viajar con ellos y descubrirlos. Crearlos, darles vida, porque están solos y no tienen quien los piense. Y andarán por la eternidad con rumbo incierto, inertes, oscuros, despojados a la noche de un universo que se rompe, que se fractura, que se hace muchos y en la multitud de sus caras los condena a perderse para siempre.
No busco una vida eterna, pero sí eternidades en una vida plena.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Juventud es compromiso.

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ADVERTENCIA: ENTRADA LARGA

Juventud es compromiso.
Tres compromisos a la vez.

Compromiso de prepararse intelectual y moralmente para la vida futura.

Compromiso de elegir el propio estado y realizar la propia vocación.
Compromiso de ser útil, desde los quince años, a la familia, a la patria y al mundo.

Joaquín Antonio Peñalosa, Minicharlas para detectar acomplejados.



Ésta es una de esas entradas tipo diario en las que uno por algún impulso social desconocido transcribe sus reflexiones sobre equis cosa que le pase en la vida cotidiana; y es quizá lo que pase que de repente no se siente tan cotidiana. Quizá el impulso resulte revelador para alguien  que encuentre su cotidianidad amenazada por alguna nebulosa de pensamientos cargada de confusión sin rumbo fijo.  

El asunto es que no tengo 10 años sino catorce más y siento que no se puede saber qué espera la gente de alguien de mi edad. Peor aún, ni yo mismo sé que espero de la gente de mi edad. Veo algunos en portadas de discos, a otros en alguna fiesta jugando carica-chupas, en algún empleo estable, estudiando, estudiando algo que no quieren, queriendo estudiar, jugando xbox en línea, etc. Contrario es el asunto del niño de 10 años que las expectativas son claras y justifican sus actos. De ellos se espera que jueguen en la calle con sus vecinos, terminar su tarea antes de jugar en internet, tener una novia de "manitas sudadas" y hacer algún deporte elegido por el papá. Si un niño se sale de esa norma está fracasando como niño, si la supera está siendo genial. En cambio de los 20 a los 30 es un limbo, nadie espera nada de éstos jóvenes y ellos tampoco esperan nada de la vida. Digo nosotros. Y es que a fin de cuentas son jóvenes pero son adultos y a la vez no.

Siempre hay gente leyendo entre líneas donde no las hay. Entonces aclaro que no soy cuadrado y al decir expectativas propias a la edad no me refiero a que no haya diversidad en los estilos de vida, sino que existen ciclos en la vida que se establecen de manera natural y que varían en el tiempo que tarden en dar su vuelta. Bajo esta creencia no resultará sorpresa que diga que no creo del todo en el concepto de "madurez". Pero ese es otro apartado.

A los adul-jóvenes los podemos reducir a una clasificación de dos tipos: los ilusos que creen saber qué quieren y que diez años después entrarán en crisis; o los segundos que se ahorran las falsas sonrisas y entran en crisis de una buena vez. A fin de cuentas ambos entran en crisis en algún momento, entonces podemos decir que se espera que un joven entre 20 y quizá hasta 35 años entre en crisis. Pero no confundir con la crisis de mediana edad. Es parte del ciclo, esta crisis definirá la otra crisis.

La crisis veinteañera se cuestiona cosas del tipo ¿qué voy a estudiar? ¿de qué voy a vivir? ¿a quién conoceré? ¿a quién dejaré de ver? Y la otra crisis es una serie de lamentaciones que derivan en buscar replantearse esas preguntas.

Como lo dije anteriormente, cada caso es diferente y cada quién se siente bien, mas o menos o mal respecto a su situación. Pese a lo indefinido que resulten mis contemporáneos  sin duda la mira siempre está en qué tan productivos somos. De esto no estoy muy de acuerdo pues puede aplicar para cualquier edad. Por lo tanto dejaré a un lado las otras dimensiones de la vida humana y me centraré en la que más me ha dado lata últimamente, la profesional. A manera de contexto, mi situación es la siguiente.

Hace tres meses terminé oficialmente la carrera en Comunicación en una escuela que podríamos describir como "buena". No me importa mucho porque soy de los que piensan que la mejor escuela es uno mismo y puedo decir que le saqué provecho a lo que tenía a la mano.  En mi tiempo de no licenciado (no me había titulado por problemas de papeleo) trabajé en una de las empresas del llamado duopolio mediático mexicano, no diré nombre por ética profesional pero realmente es un dato irrelevante pues ambas son sustancialmente lo mismo. Tenía pensado trabajar seis meses y trabajé ocho; pude hacer más pero preferí cerrar ese etapa de mi vida y pasar a una aún más abstracta y difícil de confrontar. A fin de cuentas había tenido el amargo sabor de una experiencia laboral. Inmediatamente después intenté revivirlo en el proyecto de un cliente que al final nunca pudo ver la luz y que sólo hizo que estuviera tres meses sin ingresos. Entendí entonces que ese fracaso era parte de lo que los nerds conocemos como "pasar el nivel" o adquirir "experience points". 

Como todo buen videojuego una vez que pasas un mundo tienes que derrotar al "jefe" de dicho nivel y en mi caso tenía dos cabezas y cada una tenía un nombre distinto. A una le llamé "incertidumbre" y a la otra "desilusión". El resultado es un cúmulo de reflexiones que visten esta entrada y que me prepararon para el siguiente nivel.

Me di cuenta de las siguientes cuestiones.
1.- Mérida (La ciudad donde vivo actualmente y de la que me he enamorado como aquella persona que entra a su nueva casa y siente un olor familiar, un olor a hogar) se podría considerar como a) un diamante en bruto y b) un ambiente profesional mediocre. Ojo, hablo desde el punto de vista de mi industria y sí con cierto pesar pero estoy seguro que a nadie de por acá le sorprenderá oír eso.
Argumento los índices. Hay algo en esta ciudad en la que los nuevos negocios, a pesar de brotar constantemente, quiebran en seguida.  En que las ideas son rebotadas inmediatamente bajo la premisa de "no estás en el DF, acá no pegan esas cosas".  Y me pregunto ¿cuándo podrá Mérida darle la bienvenida a proyectos de envergadura capitalina? ¿cuándo nos podremos quitar el sombrero de Villa-chica y entrarle al juego de Metropolis? Es una cuestión cultural pero a su vez una cuestión de transformación, de ahí el apartado A) diamante en bruto. Es tierra estéril con muchos cuervos en el cielo. 
No me mal-entiendan, he conocido gente increíble, con una sed por cambiar el mundo y una creatividad desbordante que incluso podría intimidar, he visto proyectos  ejecutados de manera excelente y profesional. Pero de la misma manera, la gente se va o los proyectos no duran.

2.-En este ambiente mediocre (sé que suena terrible pero con mediocre me refiero a: gente que sabe cómo hacer las cosas mejor pero se conforma con hacer las cosas bien, en lugar de excelente o de arriesgarse a fracasar) se acostumbra a la explotación de los empleados o subestimar el trabajo intelectual y creativo. La gente no paga lo que debería dar por el trabajo que espera. La gente no exige y si exige no da incentivos. 
Escuché a una persona decir que él no creía en las motivaciones y supuse en seguida que se trataba de una persona mediocre. Las personas mediocres no creen en las motivaciones, y sinceramente no sé en qué crean. La conexión entre la mediocridad y no dar incentivos es que necesitan ser complejos. No basta con un buen salario, requieren un esfuerzo que la gente conformista no está dispuesto a otorgar. Es más fácil gritar algo sin sentido y esperar una renuncia al mes, al cabo que hay gente afuera confundida que buscará un empleo para ganar experiencia, sea buena o mala.

3.- El grueso de los universitarios al graduar buscan inmediatamente conseguir empleo sea cual sea su circunstancia, como si una ley universal los empujara a la vida laboral. Hay circunstancias en las que no queda de otra y que se debe entrar incluso mientras se estudia a las filas de los trabajadores para aportar algo al sostén familiar. Sin embargo, el no buscar empleo no significa fracasar ni significa ser mediocre. Hablo de elegir no buscar empleo, no de simplemente pasar de largo el hecho. Hablo de ver "esto es así y esto otro es de este otro modo, sin embargo esta otra cosa es completamente distinta ¿qué me conviene?". Unos dirán "uf eso lo debió pensar durante la carrera", sin embargo creo que estudiar en la universidad y encontrarte analizando el resultado de ese estudio son dos tareas muy diferentes que necesitan grados de concentración y energías únicas.

4.- Más que otra cosa, la universidad debe tejer en los pilares de tu retorcida y joven alma pasión y vocación. Si ya habías encontrado tu vocación lo que debe hacer es reforzarla y educarla.

5.- Un  graduado con vocación es un "no nini". Y resultará  ilógico mencionar a los ninis si se dice que no son ninis, sin embargo estoy atentando contra la noción popular de que una persona en "standby" es automáticamente nini. No, también hay "no ninis". 
Los no ninis tienen en claro su misión y tienen en claro su compromiso con su medio profesional. Los "no ninis" son universitarios graduados por lo tanto cuentan con las herramientas intelectuales para auto-instruirse sobre alguna materia en cualquier momento de manera no-oficial. Los no-ninis esperan algo y se preparan para algo que ellos consideran mejor, no están simplemente viendo pasar el día. 

Pfff no profundizaré en otras cosas, si no que me quedaré con estas cinco por que tiene algo de místico ese número. Para no dar más rodeos y evitar que mis dos lectores o más pasen de largo los últimos párrafos diré la conclusión a la que he llegado sobre el camino que elijo seguir.

Antes de irme, en dado caso, necesito terminar cosas aquí en Mérida y por los motivos expuestos anteriormente no entraré a trabajar en una empresa por el momento porque bajo mi óptica es una pérdida de tiempo.
 Lo repito, tiene mucho que ver con el campo en el que te desempeñes y tu situación personal. Así, en este momento y a mi edad prefiero seguir estudiando porque sé que mi área es una muy competida que a grandes pasos se va haciendo más accesible a todo tipo de personas por las facilidades tecnológicas y con eso las opciones para una calidad de vida en el futuro van decreciendo.
 Para acceder a una beca y entrar a una escuela que cumpla con mis planes de especialización necesito un portafolio decente. Para construir un portafolio decente necesito tiempo. Aquí entramos a la bien conocida "gran balanza cósmica". Bueno, no sé si cósmica pero grande sí es.
Considero que mi balanza imaginaria, aquella que le da estabilidad a mi vida tiene como pesos clave de un lado el dinero y del otro el tiempo. Una corresponde al plano material y el otro al plano espiritual. Para la calidad de vida que aspiro tener en un futuro, a una edad con expectativas propias (ejem. tener familia, casa, trabajo quizá empresa propia, tener hobbies, etc) necesito que los pesos de la balanza estén equidistantes. Sin embargo primero tengo que elevar uno y luego el otro. Bajo esta serie de decisiones prefiero tener tiempo para proyectos que pueda integrar en un portafolio, para ver a familiares y amigos, para experimentar y asistir a talleres/cursos.
 Sin embargo, con decir que opto por tiempo sobre dinero no significa que deje de trabajar. La parte económica entrará en el apartado de experimentación. En este sentido empezaré proyectos que podrían bien darme sólo para mantenerme de pie o que podrían fracasar. Me concentraré en mi condición de freelance o bien podría impartir asesorías o talleres sobre aspectos básicos que ya domine. 

Sin más por el momento me despido en esta ocasión. Prometo no escribir entradas tan largas y recuerden; sean jóvenes en crisis, es lo que nos toca vivir.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Tormenta

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Un viento helado le quebró e invadió su cuerpo. La piel cedió como una coladera, penetró hasta su más íntimo órgano, tocó su corazón y heló su alma. Su rostro, duro como los hielos que arremeten contra el cascarón del barco,  palideció, signo de la mínima humanidad que le quedaba y que ahora le deja. Con ese mínimo rasgo restante apretaba la soga, por ese mínimo esfuerzo se mantenía firme el único lucero en pie. El hombre salió de su cuerpo, la fuerza de sus manos, la soga del poste, la luz cayó al agua y la oscuridad emergió. Sus pies resbalaron, todo su cuerpo se amotinaba para asirse a una suerte de locos, como si la sombra helada y húmeda fuera  demasiado peso. Los brazos del mar empujaban el barco hundido en las tinieblas. Era una disputa entre la noche y las aguas, como dos niños que encuentran un tesoro al mismo tiempo. Los inútiles ojos de aquél hombre de hielo se habían rendido, sus oídos no distinguían sino ecos, su boca había envejecido toda una vida en unos minutos y sus palabras quebraban el silencio y la cordura.  
El hombre dejó de recordar su nombre. Sin embargo recordaba cómo le llamaban los marineros  a las aguas que lo arrancaron de su cuerpo como a una costra  se le arranca de la piel. Desde ese momento reconocería ese nombre como el suyo. Y el tiempo lo irá sumergiendo a un espejismo eterno; de tal forma que los hombres hablarán de las aguas indomables de aquél mar y temerán su curso, y él alzará su espíritu orgulloso. Al choque de las olas lo escucharán bramar  y será su propia voz la que escuchen. Sentirán su gélido viento  y serán sus brazos los que tomen las almas de los cuerpos, el calor del metal, la fuerza de las manos y las sogas y la luz. En el día dormirá tendido al horizonte, sentirá toda su extensión y dará para el sol su más genuino oleaje. Y las naves atravesarán sus límites a esa hora y fingirá no sentirlo, observando un inquieto reflejo sobre sí, una visión  hacia lo que  fue en un pasado,  lo que tuvo pero que ahora está perdido.

martes, 18 de octubre de 2011

Nueva versión Lite del blog

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Aprovechando las nuevas vistas dinámicas que ofrece Blogger decidí transportar algunas de mis entradas del blog a una versión más "ligera" y agradable. Lo que estaré haciendo es una recopilación semanal de las entradas que más me han gustado de Pezenlacabeza, comenzando desde los primeros hasta los más actuales. Posteando cuatro entradas por semana y cuidando que el original también se vaya actualizando. Además lo usaré de Microblogging posteando vídeos, links y citas; ya que la versión Tumblr (pecera.tumblr.com) no la uso mucho. Espero que les guste, acá está la liga: http://pezcabeza.blogspot.com/
Un saludo, Pepealmar.

Nos miran los demonios... Extendido

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Tal vez no te acuerdes, pero ahí estabamos los dos en las escaleras de Odesa, donde suceden las cosas trágicas; yo sentado y tú de pie a punto de irte. Y los demonios de todas clases y razas nos veían, y algunos incluso detenían sus lecturas shakespeareanas para reirse de nosotros. Yo sostenía en mis manos los pedazos de mi corazón partido a la mitad. Un pedazo, era claro, te correspondía a tí. Y el otro, no sé; nunca sentí que fuera del todo mio tampoco, ni tuyo, ni de nadie.
 Recorriste toda la escalinata mientras los soldados, las carreolas, los juguetes con los que nos conocimos, las casas de los amigos que frecuentábamos, los viejos, los niños, todos y todo caían en detalle lento empujados por el horror de una idea, del miedo. Llegaste a la calle, aún bajaste hasta ser una con el horizonte y ellos seguían suspendidos en el aire bélico y la expresión de todos era como de una vida que se va. 
Los demonios por su parte se mofaban del instante en que todo quedó en la memoria y el eco de sus voces se escuchaba eterno. No había nada más que hacer, dejé la única pieza de mármol labrado que me quedaba del corazón en un peldaño, quizá aquél en donde le dimos la espalda a todo. Tal vez no te acuerdes, pero existes, te haces presente en una idea terrible. Y si, a pesar del terror que provoca se puede pensar, es por que vives en ella.

Un cuento

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Dieron las diez de la mañana en la llanura del tiempo. En ese instante el sol, como cada vez a ese instante, bajaba a la tierra descendiendo lentamente, tan lento que a medida que se acercaba al suelo se iba transformando en un ave de fuego.

En aquella aldea situada a unas cuantos kilómetros de las planicies temporales, se encontraban unas personas que habían plantado manos en ese lugar para así capturar al sol y ser dueños del día. Una mano había crecido en el transcurso de la noche, era una mano de gran altura, con dedos delgados y un antebrazo firme, justo como se requería para la hazaña que habían intentado muchos días atrás, sin éxito alguno. Sin embargo, aquella mañana el agua que bebieron estaba fresca, los granos de café cayeron con la abertura hacia abajo, el gallo cantó tres veces y el viento producía un sonido peculiar al pasar por las hojas de saúco... todo eso, según sus libros de tradiciones les auguraba una cacería certera. 
 Al llegar al lugar los hombres admiraron la mano que habían sembrado y cómo se extendía hasta cinco veces su tamaño a lo alto. Ya sólo quedaba que los hombres esperaran a que el ave ígnea estuviera justo delante de la palma de la gran mano, porque estaban preparados. Habían atado unas cuerdas a los cinco dedos a manera de anillos, de tal modo que pudieran jalar y flexionar los largos dedos hasta convertir la mano abierta en un puño, en una jaula. Se necesitaban a diez personas que tuvieran experiencia tirando cuerdas, había dos por dedo y otro que no tiraba de la cuerda era el que efectuaba la música para que coordinaran los movimientos. 

El momento ha llegado, el ave estaba en el lugar requerido y aquellos hombres tiraron con todas sus fuerzas, pero los dedos no se doblaban al primer intento, no sería tan fácil. 
El Sol continuaba en su caída, presa de un sueño profundo, soñaba. ¿En qué soñaría el día aquella mañana de su captura? Las cuerdas se tensaron, las pieles se desgarraron, la sangre brotó por los codos hasta las arenas doradas, pero mientras los huesos crujían la determinación y fe en su éxito no les dejaron quebrarse. Sólo un destello de fuego se logró ver y para su sorpresa la mano no contrajo las llamaradas diurnas sino que se tornó a un color opaco. Los hombres por fin lo habían logrado. Sellaron el puño enrollando las cuerdas alrededor y talaron desde el antebrazo hasta que parte de este cayó junto con la mano. 

Arrastraron la mano por toda la llanura del tiempo, resistiendo contra los segundos que se precipitaban como moscas en un vuelo embravecido sobre ellos. Pero las horas eran las que acechaban y a las que temían. Una vez uno de los hombres casi pierde el control de sus piernas y a punto de caer, por poco una de las horas que les seguía se las arrancaba de una mordida.
 Sin luz les fue muy difícil llegar a la aldea, no podían contar los días que habían caminado a través de ese paraje de horas y segundos hambrientos. Pero al final, como todo lo que se proponían, llegaron. Recorrieron la aldea, criaturas de todos ojos y colores se asomaban por las bocas de las casas para ver el desfile que ocasionaban los jóvenes cazadores.
Colocaron la mano en la plaza e hicieron el anuncio, "Hemos capturado el día"; "Ahora, estimados vecinos, podremos prolongar la noche o el día a nuestra consideración". Todos en la aldea se embriagaron de felicidad y bailaron en torno a la mano que tenía prisionero al sol. Las celebraciones continuaron indefinidamente y entonces, alguien se cansó de la noche. "Dejemos salir unos rayos de Sol, que se me olvidan los colores" 
 Hicieron unas votaciones y la mayoría estuvieron de acuerdo. Desataron el puño. Los dedos crujieron y en automático se abrieron a su estado natural. Oh sorpresa, lo único que quedaba del sol eran unas cuantas llamaradas que bien podía servir un rato de fogata y pequeñas partículas estelares salieron disparadas al cielo y estallando al llegar a la atmósfera. Fue una gran calamidad para aquella aldea, las personas lloraban augurando noches de violencia, ya que ahora tendrán que robarle otro Sol a otra aldea y vivir en guerra continuamente hasta el fin de los tiempos.
De esa aldea se dicen muchas cosas, sobretodo que nunca volvieron a ver la luz del día y que alguien musitó en la oscuridad del momento: "Les dije, les dije en muchas ocasiones que era mejor atrapar la noche en lugar del día".

Espacio y tiempo... me dejarán.

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Dejar de estar en un tiempo y un espacio delimitado -pensé- cuando forme parte de la Singularidad eterna, donde el Universo no se sostiene por ninguna ley y todo es El Todo y la Nada la Gran Nada, extrañaré del tiempo su escasez y del espacio la cercanía; sobre todo estar cerca de ti, si en dado caso conservara mis atesoradas memorias y viajaras conmigo en la forma de recuerdo, si es que tienen forma propia.

En caso contrario, sólo extrañaré el espacio y el tiempo, para esto no me hará falta una gran cantidad de memorias; sólo la plena consciencia de que fui y de que seré y seguiré siendo lo que ya no soy, pero ahora (en un plano hipotético) soy o eres, por que dejaremos de ser lo que somos. No necesitas saber qué hombre o qué mujer fuiste, sólo que fuiste, viviste y de esto te toca un espacio y un tiempo, pero no lo recordaré. Sino que se me hará extraño la ausencia del mero espacio por haber estado, y el mero tiempo por haber transcurrido en él, no importase cuál fuera este o ese.

Como pensé al principio, del primero extrañaré la cercanía a mi próxima condición de singular entidad, porque ¿a qué estamos más cerca en vida si no es a la muerte? Y de lo segundo, esto es el tiempo, extrañaré que siempre faltaba, porque si de algo estaré seguro es que fue insuficiente.

¿alguna vez se habían preguntado qué tiene de especial mirar el reloj y decir la hora?
Pues ahora lo he hecho, son las 2:20 de la madrugada y yo sigo pensando y escribiendo sobre un espacio sin espacio, un tiempo sin ataduras ni manecillas y regreso... miro el reloj y el tiempo corre desbocado apurándose a no ser suficiente, afanoso por acabarse... nos mantiene ocupados en nuestro espacio, vivos, pendientes de sus cambios repentinos... y suspiro -pienso- cómo extrañaré eso del tiempo.

sábado, 20 de agosto de 2011

Nuggets x 2

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Quizá sea la noche y el insomnio, los acontecimientos de esta semana o las transformaciones de mis espacios y tiempo. Sea lo que sea ando muy fatalista a esta hora. O emo, como dirían por ahí. Todo lo que se me ocurre para escribir preferiría no ponerlo en pezenlacabeza, (de hecho ni siquiera escribirlo y ocuparme en otras cosas). En cambio cuelgo acá dos twitts que he escrito esta semana que hago pasar por Nuggets y para agregarles un valor adicional incluiré anotaciones.
1
Horas después el paisajista guarda sus instrumentos de observación y análisis. Se retira diciendo "No seré yo quién juzgue al horizonte".

*Se me ocurrió una nueva profesión que tiene que ver sobre todo con la adivinación a raíz de leer la frase "psicoanalista de horizontes" en un artículo de Letras Libres. La nueva profesión podría llamarse Paisajomancia, derivado del sufijo "mancia" que refiere a las ciencias de predicción y consistiría en observar cierto recuadro en los limites de la lejanía y estudiar aquellas personas u objetos que se van más allá del horizonte, y otros elementos como figuras que entorpecen la visión, el cielo, etc. Todo esto con el objetivo de predecir el futuro o reconocer cierto pasado de alguien o de toda una ciudad. Los paisajistas o Paisajomancistas son muy escasos, lo que los hace careros, por que necesitan de muchos conocimientos y años de práctica, se caracterizan por viajeros aunque la mayoría no se describirían como aventureros.

2 (variante)
Qué pesada y angulosa puede llegar a ser la geometría de la vida. Pequeños rectángulos, escenarios donde sentimos grandes círculos cerrarse.
*Es un poco fatalista, pero lo tenía que poner. De este no hay mucho que decir, pero personalmente hay mucho que sentir.