jueves, 27 de noviembre de 2008

Simón pensó: alguien tiene que ceder; y accedió a que su hermano hiciera la fiesta.

En ese preciso momento alguien en algún lugar de la casa soñaba mientras dormía con estar participando en el campeonato internacional de virar un hotcake. Había muchos estilos y la persona se mostraba insegura acerca del suyo. Dentro de los competidores, el que le causó mayor impresión fue uno que arrojaba un fósforo a la estufa con el gas corriendo. Todos pensaron: hará estallar el recinto. Pero pasó algo inesperado, la sartén salió disparada al aire con la pequeña explosión que se ocasionó, y la masa del hotcake al pasar por el fuego logró la consistencia que tanto agradó al jurado. Además, como lo dictan las normas del juego, el hotcake listo para comer cayó en el sartén después de la muestra pirotécnica. Casi no se pudo observar el movimiento, fue hasta después que lo pasaron en la televisión en cámara lenta que se vio como el sartén también estaba dando giros en el aire. Era perfecto, no había posibilidad de que pudiera ganarle.

Simón Fargo entraba en ese preciso momento a la casa, escuchaba las paredes vibrar por la música que se pusó en la sala de baile, pero no le interesó y siguió avanzando. Una pareja estaba sentada en la mesita, de esas que la gente llama coqueta, de la entrada. Se estaban besando apasionadamente hasta que una mosca entró al momento en que Simón abrió la puerta y la dejó pasar.

Esa mañana la muchacha había estado pensando todo el día en ese instante. Instante que sólo se pudo cumplir con tres servidas de vodka en la barriga, ¿o en la cabeza? Como un ritual nocturno y a manera de mostrarse mejor, se colocó un brillo labial sabor melón.
De todas las cosas que desconocía había una sola que la empujaba del otro lado de la delgada línea que te separa de la ignorancia colectiva a la ignorancia personal. Había caído en la ignorancia personal, aquella que sólo tú ignoras y justo a tí te afecta. Bueno, lo que ella desconocía era que la mosca había nacido de un melón en estado de putrefacción que el anfitrión había tirado a la basura al llegar de su viaje y encontrar su refrigerador en un estado repugnante. La mosca había pasado todo el día, osea la mitad de su vida, lejos de casa y estaba muy cansada, entonces fue cuando detectó el olor a melón en la boca de la mujer y se acercó para comprobarlo. La mosca estaba confundida, la cabeza de la chica se movía frenéticamente al efectuar tan pronunciados besos, lo que impedía aguzar sus sentidos. Fue así como se posó en las pestañas de la chica.
Ella, al sentir el ligero peso de la mosca, abrió los ojos, casi un pestañeo. La mosca voló y ella vió pasar a Simón. Pero coincidió en su visión la mosca tan cerca del ojo en pleno vuelo y Simón, lo que le hizo imaginar que aquél hombre tenía cabeza de mosca. Como había dicho, fue un instante, pero un instante en el que ella divagó y se distrajo de su actividad. Del susto llevó su cuerpo hacía atrás, el joven que la besaba terminó por morderla y su labio sangró. No me gustaría omitir la parte más divertida, que es cuando la chica le da la bofetada al chico y le reclama por no ser un buen caballero.
Simón entró en la cocina. Una joven de cabello rizado y rubio servía botanas en grandes platones. Estaba tan ensímismada que no se percató de él hasta que guardó las salsas en la despensa, alzó la vista y lo vio. Le ofreció de los dos platones y por un momento pensó: si agarra de los cacahuates lo mato. Simón en efecto agarró cacahuates y agradeció a la chica. Ésta le sonrió y le comentó que a ella también le gustaban los cacahuates, de hecho había asistido a una convención el año pasado acerca de las bondades para la salud del maní. Tiene muy presente la degustación al final de una conferencia donde se extendió una gran variedad de cacahuates de todo el mundo. A simón no le interesaban a tal punto los cacahuates, simplemente tiene la filosofía de que si te dan a escoger, siempre tomar la opción de la mano derecha. Aún así conocía una receta de cocina que se preparaba con cacahuate y se le dió a la joven. Cuando ella salió de la cocina y entró a la sala de baile un tipo noctámbulo, de esos que están preparados para durar bailando toda la madrugada, se estrelló con ella justo cuando efectuaba su paso favorito. Sobra decir que los cacahuates y todas las otras frituras corrieron la misma suerte al impactarse con el suelo, luego fueron pisadas por todas las personas en la sala.
Simón intentó preparar hotcakes para la cena, ajeno al bullicio de toda la gente, pero de toda la masa sólo le salieron bien dos. Después de cenar subió a su cuarto, pero al salir por la puerta que da a la sala de baile, el escándalo entró a la cocina y despertó a la persona que soñaba con el concurso. Se paró de su asiento adormilado y muy enojado. Su sueño había sido frustrado y viviría el resto de su vida con una extraña obsesión mental. Pero para su buena fortuna estaba la masa que Simón había dejado.
Estaba cocinando un Hotcake cuando la chica con el labio sangrado entró por una servilleta. Y como si las visiones no hubieran sido suficientes para una noche, al entrar pudo presenciar el más increíble lanzamiento de Hotcakes que había visto en su vida. Dijo en voz alta y automáticamente: doble vuelta con caída en picada a noventa grados y un recibimiento limpio. Para el joven, chef y soñador, esas fueron las palabras exactas que una musa con vestido de bolitas y alas de colibrí, que tenía en la frente marcado con cera la palabra amor, dijo en su sueño, al parecer era una de los jueces. Se aproximaron uno al otro y se miraron fijamente. Ella pensaba en el hechizo de amor que había hecho después de ver una película de Sandra Bullock en la que le sucede algo similar, sólo que ahí los hotcakes tenían forma de cactus. Él pensaba que ella tenía bonitos ojos, e intentó decifrar el color, intentó con miel, ambar e incluso color taxi (así fue como él lo pensó); pero la respuesta llegó y se le escaparon unas palabras: ahora recuerdo, el premio del concurso eran monedas de oro. Al mismo tiempo los dos escuchaban la música proveniente de la sala de baile. Él pensó que esa era su canción favorita; ella pensó en su labial de melón. Aún así acabaron por besarse.
Simón apagó la luz de su cuarto y se durmió. Esa noche soñó con cacahuates.

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